viernes, 10 de agosto de 2012

los peces dorados

Sumergido hasta la cintura en el lago del mundo,
un sólo movimiento motivado por algún pensamiento caprichoso,
genera una sucesión de ondas en el agua a mi alrededor.

Creo que mejor dejaré los pies en el lugar donde están,
mejor no agitar las aguas, y dejar que se calmen por sí mismas,
sólo con el agua en calma puede verse el lecho del lago.

Sólo cuando no te mueves ni un ápice,
acuden los peces dorados a besarte la piel,
danzando a tu alrededor te brindan un homenaje.

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Sentado o dormido, un buda sigue siendo un buda